Manuel tenía pánico a cortarse el pelo. Había despertado esa fobia durante su décimo sexto aniversario de su nacimiento y jamás había encontrado explicación a ese comportamiento tan extraño. Podía ver tijeras, usarlas para cortar papeles en sus tareas, sin embargo, no soportaba ningún objeto filoso cerca de su pelo. Si intentaban hacerle alguna broma al respecto, actuaba de modo impulsivo como un mecanismo defensivo inexplicable que en ocasiones llegaba a ser perjudicial.
El primer signo de esa singular fobia comenzó hace doce años, en el kínder uno de sus compañeros le cortó, en broma, un mechón de pelo y él reaccionó de un modo violento; fue incapaz de controlar esa rabia. El hecho quedó olvidado y el día que cumplió dieciséis años fue a la peluquería como otras tantas veces y en el momento que el peluquero iniciaba la tarea, Manuel cayó del asiento y colocado en posición fetal comenzó a gimotear y a estremecerse mientras se mecía abrazado a sus rodillas. Necesitaron llamar a una ambulancia y estuvo internado setenta y dos horas; cuando le dieron el alta, el doctor aconsejó a sus padres que sea derivado a un psiquiatra antes que dañe o haga lo mismo en contra de él mismo. Sus familiares, de forma unánime se resistieron a que sea atendido con psicofármacos y probaron otras alternativas. Finalmente conocieron a un psiquiatra que pensaba tan diferente a sus colegas que fue ignorado por ellos. El profesional era enemigo de recetar medicamentos que consideraba tóxicos e incluso dificultaba el alcance del equilibrio entre cosmos, planeta, mente y cuerpo; atendía a sus pacientes desde hacía años mediante tratamientos con flores de Bach y otros procedimientos de orígenes ancestrales.
El doctor José Alberto Domínguez creyó tener esperanzas en Manuel. Luego de unas semanas bajo un tratamiento con una minuciosa selección homeopática, creyó que el origen de sus fobias no era fisiológico ni mucho menos psicosomático. Mediante test especiales y tratamientos de hipnosis condujo al joven a un espacio de su memoria muy conocido por él pero olvidado hacía más de seis décadas. El transcurso del proceso fue extenso y agotador para el joven.
Cerró los ojos y mentalmente transitó una senda que avanzó lento hacia atrás. Oyó la voz de su madre. No era la voz que conocía, pero de algún modo supo que era su madre. Inmediatamente oyó su propia voz y se espantó. Abrió los ojos y José hizo unas anotaciones en su cuaderno dando por terminada la sesión.
Volvieron a reunirse en varias ocasiones y siempre había algo que le impedía avanzar, retrocediendo nuevamente al presente. Así transcurrieron seis semanas hasta que sucedió. Manuel venció el temor de su propia voz femenina y continuó transitando aquella época lejana. El psiquiatra supo, así, que Manuel en el pasado se llamó Sandra; una adolescente de dieciséis años discutiendo con su madre porque su novio la había invitado a algún lugar al cual no le permitían ir. Las decisiones siempre son cruentas: o te ayudan a evolucionar o te empujan al vacío. En ambos casos siempre existe un aprendizaje que permanece latente, y Sandra decidió salir con el hombre equivocado. En el medio de un lago calmo, en un bote de pesca, fue violada. El clímax de él y la muerte de ella llegaron simultáneamente. Los ojos de Sandra percibían, mientras sus pupilas se enturbiaban, mechones de su propio pelo ensangrentado cortado por el cuchillo empuñado con exaltación hiriendo su cuello. Caían mechones por doquier a su alrededor, pegándose a sus labios amoratados, a sus mejillas, a sus brazos tajeados.
Manuel abrió los ojos. Su asombro mantuvo prisionero a su temor que había comenzado a liberarse, aunque todavía no lo sabía. Quedaba mucho por descubrir. ¿Quién era esa joven? Seguramente era un caso olvidado que él investigaría hasta reivindicar aquella imagen maltratada.
El psiquiatra cerró su cuaderno y sonrió satisfecho. Esta sesión había terminado; aunque faltaba mucho por hacer, los recuerdos recién comenzaban a fluir. Sólo es posible recordar aquello que se conoce; solo es posible comenzar a sanar ciertas heridas, recordando.